Carta a la implacable

Todos te imaginan fría y tenebrosa, implacable como el tiempo, insondable como el vacío mismo. Si te visten de un color ese color es el negro, si te dan una cualidad es aterradora, si te dibujan un rostro es seguro el más macabro.

No nos culpes, torpes humanos temerosos de lo desconocido, rechazando lo que no entendemos. El bípedo implume de Cortázar, hoy como siempre atrapado tras las rejas de su propia ignorancia.

En el pozo de tu misterio nos ahogamos de incertidumbre, desesperados fabricamos salvavidas hechos de papel.

Yo que no soy diferente, que soy princesa cautiva, mi cárcel es mi mente, mis cinco sentidos los barrotes que me aprisionan. Yo desde mi oscuro calabozo elijo imaginarte de otra forma, elijo imaginarte cálida y luminosa, liviana como el aire, no te imagino un rostro pero sí una sonrisa, quizás una hecha de viento y arena.

Me gustaría vestirte de color marrón claro, darte la cualidad de la levedad. En vez de una guadaña veo en tu mano una flor roja, en vez de un fin veo en ti un principio.

Elijo imaginarte como una transición, hacia donde, no sé, desde donde tampoco, después de todo la energía no se gasta, se transforma.

Si puedes oírme, si puedes escuchar desde tu atemporalidad y omnipresencia, quiero avisarte que me encontrarás dentro de muchos años. Y cuando me encuentres quiero que sepas que verás una mujer feliz, una mujer que camina todos los días, que pinta con los colores de la vida, una mujer que lee mucho, ama mucho y sobre todo ríe mucho. Tendré hijos y nietos tanto de mi vientre como de mi corazón, hablaré fluidamente varios idiomas y aprenderé cada día algo nuevo.

Te prometo que encontrarás una mujer rebalsante de vida, te prometo que estaré más viva que nunca.

Nos vemos no pronto.

Hasta entonces…

Cecilia

2 comentarios en "Carta a la implacable"

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